Desde niña aprendí a depender de los demás, principalmente de mi madre, siempre me decía como debía vestir, como portarme y que hacer. Cuando hacia cosas por mi propia cuenta me hacia sentir que hacia las cosas mal o que estaba equivocada; si se rompía un plato, se perdía algo, se descomponía la licuadora siempre me añadía la culpa. De niña lloraba mucho mi resentimiento a mi madre aumentaba con los pasos del tiempo, tenia sentimientos de lastima hacia mi misma, sentía que era “una niña que su madre no la quería”.

En la adolescencia me rebele, todo lo que hacia era ir encontraba de lo que mi madre dictaba, pero aun así seguía siendo dependiente, en mi inconsciente temía y me sentía culpable, aun me sentía ser una persona mala, tonta, sin posibilidad de hacer bien las cosas.

Cuando entre a la universidad empecé a querer  ser aceptada, pertenecer a un grupo adoptando actitudes, formas de vestir, consumir, por el sólo hecho de esperar cariño y aceptación de las demás personas.

Reconocer que soy una persona dependiente me ha costado mucho, reconozco que siempre espero de lo demás de la manera que yo quiero que sean las cosas, me ha costado entender que siempre me estoy comparando con los demás, que para mi ellos son mejores que yo, ante poniendo las necesidades de los demás a las mías.

Abandonándome.

Siempre dependo que los demás me quieran, que no se enojen conmigo, que el novio me quiera como el amor de “telenovela”, no se tomar decisiones por misma;  y cuando las cosas no salen como yo quiero o las personas no responden como yo quiero, me frustro y me la pasó autocompadeciendome.

El proceso de recuperación es difícil y doloroso, por que necesitar autoexplorarte y reconocerte.

En NAL he aprendido que la palabras claves son  acción y fe, si lo aplico todos los días poco a poco iré cambiando mis actitudes e iré creyendo en mi misma.

Victoria