Hola. Mi nombre es Fani y soy una persona neurótica.

    Hoy en día sigue sorprendiéndome que alguien me diga que me quiere. Yo pienso: “¿Ah, sí? ¿Qué motivos tendrá para quererme?”. Creo que no tengo ni idea de lo que es realmente el amor; o al menos ese tipo de amor del que se habla: un amor desinteresado. Mi concepto es que si alguien me quiere, ya sea como amigo, como madre, como padre, como pareja, como compañero de trabajo…si alguien me quiere, es porque recibe algún tipo de compensación: porque le resulto útil para algo, porque le he ayudado en algo o porque quiere o busca algo. A veces, ese “algo”, se convierte para mí en algún motivo sórdido y oscuro, ese “algo” me da miedo.

Imagen de www.sxc.hu - Creada por Joakim Buchwald

    Creo que comparo los motivos de las personas con los míos propios: no me puedo amar sino cumplo una serie de condiciones que, por resumir, consisten en ser perfecta. Nunca soy lo suficientemente trabajadora, nunca soy lo suficientemente buena estudiante, ni buena hija, ni buena hermana, ni lo suficientemente agradable, ni lo suficientemente práctica ni, por supuesto, lo suficientemente idealista. Nunca soy lo suficientemente nada: si salgo, porque salgo; si entro, porque entro. Mi condición para respetarme y amarme es no equivocarme jamás y aplicarme todo el lastre de conceptos y creencias sobre lo que debo y no debo ser y que he ido atesorando a lo largo de los años.

    Algunas de las personas que en mi vida han sido más importantes, me han tratado de la misma forma: “te quiero si…”. Los padres, los hermanos, algunos amigos y algunas parejas. Y yo les he tratado así también: “tienes que ser de tal forma o comportarte de tal manera”, de lo contrario, no hay espacio para el amor ni para el cariño, ni siquiera para el respeto.

    No sé estar con alguien por estar, creo que siempre estoy buscando una compensación. Con los amigos, busco que me compensen procurándome diversión, la máxima atención y el mayor reconocimiento. Con los padres, he pasado años esperando que se dieran cuenta del daño que me causaron siendo niña. Pero con las parejas, especialmente mi última pareja, ha sido donde el sufrimiento ha sido más intenso.

    El sufrimiento, el dolor agudísimo que he sentido por la relación con mi última pareja, fue el que me trajo hasta Neuróticos Anónimos en Línea (NAEL). He estado sufriendo toda la vida. En mis recuerdos, sólo unos cuantos meses de mi vida adulta los puedo calificar como “vida feliz”; el resto del tiempo los acontecimientos, agradables o no, siempre estaban impregnados de una larga serie de nostalgias, de temores, de celos, de desaprobaciones, de envidias, de indecisiones, de fracasos…

    A mi última pareja la tomé por un Poder Superior, por una especie de dios que me iba a salvar de todas mis angustias. Por eso, quise que él cumpliera con todas mis expectativas. Él no estuvo dispuesto a hacerlo y yo, en vez de dejarle marchar, traté de retenerle y hacerle cambiar. Él no podía cambiar, y probablemente tampoco quería hacerlo; de modo que yo me metí en un infierno voluntariamente. Me hundí en un pozo profundo de dolor y desesperación que me llevó, por primera vez en mi vida, a pensar en el suicidio: quería desaparecer para evitar seguir sintiendo ese dolor y esa desesperación. Me asusté mucho. Fue en estas circunstancias cuando llegué a Neuróticos Anónimos en Línea (NAEL).

    Llevo unos cuantos meses en NAEL. Mis problemas no se han solucionado de un plumazo, pero ahora, gracias al grupo y al programa, estoy empezando a ser consciente de algunos de mis errores y defectos de carácter; esto no es agradable, pero el grupo me ayuda a aceptarme y comienzo a darme cuenta de que puedo elegir, no en función de mis creencias y conceptos, sino en función de lo que más me conviene. Y he descubierto que lo que más me conviene es gozar de tranquilidad en mi vida, y eso incluye procurar aceptar a las demás personas tal como son, sin exigencias, sin condicionar mi cariño a que las personas cumplan con todas mis expectativas.

Imagen de www.scx.hu - Creada por Stephanie Berghaeuser

    Hoy, por 24 horas, me estoy permitiendo querer a la persona a la que creo que amé sin esperar nada a cambio. He vivido días de un hondo resentimiento hacia él por no haberme amado como yo esperaba; este resentimiento me estaba matando. Hoy, por 24 horas, he decidido que puedo quererle sin correr detrás de él desesperada, sin esperar que él vuelva a mí reconociendo “todo lo mal que se había portado”, sin esperar que me recompense de las acciones que realizó y me hicieron sentir tan mal. Esto para mí supone tranquilidad, me hace sentir mejor conmigo misma, me hace sentir más calmada, me hace alejarme de la sensación devastadora de soledad y me lleva a tomar mejores decisiones y a sentir algo parecido a la esperanza en la bondad de la vida.

    Hoy, por 24 horas, siento que por primera vez estoy sembrando algo, que estoy, muy poco a poco, construyendo sobre cimientos firmes: hasta ahora mi vida no tenía cimientos confiables, era muy fácil que toda la casa se me cayera encima a la mínima contrariedad, tal como ha ocurrido una y otra vez. Ahora puedo dejar libres a las personas y construir una vida para mí misma.

¡Serenas 24 horas!